El libro se
presenta como la revelación de Jesucristo, con una secuencia de transmisión
Dios-Jesucristo-ángel-Juan. El motivo es dar a conocer a los
creyentes “las cosas que deben
suceder pronto”. Esto le da urgencia al mensaje, la cual es luego
subrayada por la bienaventuranza para el que lee y los que escuchan la
profecía.
La
obra tiene un triple carácter de revelación, profecía y carta. Es
necesario subrayar que toda la
obra está dirigida a “las siete iglesias que están en Asia”. El número
tiene, como en otras partes, significado simbólico, pues se sabe que
existían más iglesias en la región. Las siete son representativas
locales de la iglesia universal.
El
autor se nombra simplemente como Juan. La tradición lo identifica, ya
desde el siglo II, con el Apóstol de ese nombre. Reclama para sí
autoridad profética. Se halla en la isla rocosa de Patmos, probablemente
exiliado. Juan se identifica con los destinatarios, al decirse su “hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la
perseverancia de Jesucristo”.
Luego
de un preámbulo con claras resonancias
trinitarias (1:4-8) en el cual se destaca la obra de Cristo y Dios
Padre mismo habla, Juan narra su visión de Jesucristo. Estando “en el Espíritu”, oye la voz del Señor que le ordena escribir. Lo
que Juan presencia es una majestuosa
visión de Cristo con un atuendo propio de un sacerdote y un rey.
Misteriosos atributos destacan su poder, autoridad y ministerio: cabellos
blancos, ojos resplandecientes, rostro brillante, pies como bronce
refulgente, y con una espada de dos filos saliendo de su boca. El Señor
tiene en sus manos a los ángeles representativos de las siete iglesias, y
se pasea entre ellas, simbolizadas por candelabros (Cf. Mateo 28:16-20).
Cuando
Cristo habla, se expresa como Dios
Padre: Es el Alfa y la Omega, el primero y el último. En virtud de su
muerte y resurrección ha recibido suprema autoridad, al punto de tener
dominio hasta sobre la muerte. Su mandato es que Juan escriba a las
iglesias, con un mensaje específico
para cada una y otro (los capítulos 4-22) común
para todas.
Los
mensajes específicos para cada Iglesia tienen un formato
estructurado, como sigue: 1) Presentación, con uno o más atributos
de Cristo; 2) alabanza de lo bueno que tiene la iglesia; 3) enunciación
de los defectos de la iglesia; 4) exhortación al arrepentimiento del
pecado específico de cada iglesia; 5) amenaza de visitación en el caso
de no haber arrepentimiento; 6) promesa para el vencedor (esto es, el
creyente fiel) ; 7) llamado a oír lo que el Espíritu dice a las iglesias.
La
primera iglesia es Éfeso. Se
trata de una iglesia muy esforzada y con gran celo doctrinal, pero que,
tal vez por eso mismo, ha perdido de vista el amor sobre el cual se basa
toda la vida de fe.
La
segunda iglesia es Esmirna. Es
una iglesia que tiene todo lo que hay que tener : es rica en obras, en fe,
en valor, en paciencia. Aquí el Señor no halla defecto alguno, y se
limita a alentarla en su padecimiento.
La tercera
iglesia es Pérgamo. Es una
iglesia fiel y esforzada, pero con cierta laxitud doctrinal; el Señor la
amenaza con la espada de su boca, es decir, la Palabra de Dios.
La
cuarta iglesia es Tiatira. Es
una iglesia llena de amor, fe y perseverancia. Sin embargo, es
excesivamente tolerante de enseñanzas vanas, aún más que Pérgamo. Por
lo tanto, se la llama a no perder lo que ya tiene.
La
quinta iglesia es Sardis.
Recibe palabras muy duras; al parecer, se trata de una congregación de
personas inofensivas, anodinas, deficientes en cuanto a sus obras.
La
sexta iglesia es Filadelfia.
Junto con Esmirna, Filadelfia es la única iglesia aprobada
incondicionalmente por el Señor, y por tanto recibe de Él sólo palabras
de aliento.
Finalmente,
la séptima iglesia es Laodicea.
Se halla en una situación similar a la de Sardis, y tal vez peor. Es la
única que no recibe ninguna alabanza. Posiblemente la causa fuera el
orgullo espiritual de los laodicenses, además de su
falta de compromiso espiritual.
A
pesar de que los siete mensajes se envían a la medida de cada iglesia, todos
son llamados a oír lo que el Señor le dice a cada una. De lo cual
cabe deducir que estos mensajes continúan siendo relevantes para nosotros
hoy. Debemos seguir atentos a lo que Jesucristo tiene para decir a cada
congregación; los siete mensajes son válidos hasta que el Señor venga
visiblemente (lo cual no debe
confundirse con la amenaza de “visitar” en juicio a cada iglesia
que desoiga la advertencia del Señor, que habla de un juicio parcial y
condicional: la visita no ocurrirá si hay arrepentimiento).